Ese contacto con el miedo no se desvanece nunca. El miedo está presente en nuestras rabias, en nuestras arrogancias, en nuestras timideces, en nuestras indiferencias. Detrás de todas ellas, el miedo tiene un lugar. Es muy interesante.
La metafísica adquiere una importancia muy grande con Sócrates. Cuando Nietzsche mira que Sócrates toma ese camino, le hace una pregunta que es central el coaching: «Sócrates por qué, por qué te fuiste por ese lado (el de la metafísica) ¿cuál era tu miedo?» Y cuando él vuelve a las enseñanzas de Sócrates con la pregunta de cuál era su miedo… descubre que Sócrates tenía dos grandes miedos. ¡Inmensos miedos! Uno, a la muerte. Su filosofía, a tal punto lo logra sanar, que él mismo contribuye a producir su propia muerte tomando la cicuta, cuando es juzgado por los atenienses. Pero el segundo miedo de Sócrates era a los impulsos de su cuerpo, del sexo. Su relación con Alcibíades, el discípulo bello y predilecto de Sócrates, lo desquiciaba. Y desconfiaba mucho de los impulsos del cuerpo.
Es muy interesante ver que la metafísica que entonces comienza a desarrollarse – más a fondo por Platón y luego, en otra variante, por Aristóteles – luego convergen en el pensamiento teológico cristiano, y ahí surge el rigor del miedo. El papel que ha jugado el miedo en la historia de la humanidad, – y dado que no tenemos el contacto que tuvimos durante siglos con él – es fundamental porque gran parte de lo que hacemos está determinado por el miedo que todavía tenemos.
Y qué pasa con el lenguaje ¿Cómo nos construimos como individuos en el lenguaje?
El lenguaje es algo fundamental. Hoy en día sabemos que los biólogos evolutivos, cuando se preguntan cuál es el rasgo distintivo de los humanos frente a otros animales, reconocen casi unánimemente su capacidad de lenguaje. Lo vemos en los planteamientos de Ernst Myers, el biólogo evolutivo más importante del siglo XX, profesor de la Universidad de Harvard. Lo vemos en las propuestas que está haciendo Mark Pagel en la Universidad de Reading
El lenguaje como un elemento central que construye el tipo de ser que somos. Tiene roles fundamentales porque nos conduce a construir sentido. Esto no es trivial. Los seres humanos, a diferencia de otros seres vivos, no nos basta con reproducir las condiciones biológicas que sustentan la vida. Nosotros requerimos ser capaces de generar un juicio, sin el cual la vida se nos va de las manos. Con el juicio mi vida tiene sentido. Y son muchos los desafíos que hoy en día estamos enfrentando que ponen en cuestión nuestra capacidad de generar esos juicios. De allí la expansión de la resignación y de la depresión; dos síntomas fundamentales de nuestra época.
Hay un filósofo que es central en nuestra propuesta que es Martin Heidegger. Él dice que el ser humano «es un ser muy especial». Lo dice en una jerga filosófica furiosa: «El ser humano es un ser muy especial porque es un ser que, en su ser, se le va el ser». ¿Qué quiere decir esto? Que es un ser que si no se hace cargo del ser que le corresponde ser, lo pierde. Pierde la obligación de hacerse cargo del ser que se encuentra siendo. Y hacerse cargo es parte central del desafío que enfrentamos. Si no nos hacemos cargo, la vida se nos va. Un perro no tiene que hacer eso. Y si lo hace lo hace instintivamente, no con consciencia de que tiene esa responsabilidad.
Y qué sería hacerse cargo?
Hacerse cargo es justamente darse cuenta de que nuestra sobrevivencia exige una red de soporte emocional, de amores que tenemos que construir y rediseñar y reconstruir. Son ámbitos sin los cuales la vida pierde sentido. Por eso debemos estar, permanentemente, en lo que nosotros llamamos el cultivo recurrente del alma humana.
Segunda cosa, el lenguaje como sustento de todas nuestras relaciones. Todas nuestras relaciones se apoyan en la calidad de las conversaciones que tenemos. Si tu conversación con tu pareja es mala la relación va a ser mala. Si tu conversación con tus hijos es deficiente, tu relación con tus hijos es deficiente. Relación y conversación casi coinciden. Hay otros elementos, pero se tocan mucho.
Las relaciones son demasiado importantes para los seres humanos. Un ser que rompe con su entorno, que no tiene relaciones que lo alimenten emocionalmente, que no se siente importante para otros y que no sabe que otros son importantes para sí, se le escurre el sentido de la vida y deja de hacerse cargo de ese ser que le corresponde ser.
Por último el lenguaje, y este es uno de los descubrimientos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, el lenguaje es acción. A partir del lenguaje yo hago que ciertas cosas pasen. A partir del lenguaje yo logro alinear voluntades, esfuerzos, para lograr objetivos. El lenguaje no es, como creíamos antes, un instrumento descriptivo que da cuenta de las cosas que ya existen; sino que el lenguaje nos permite que ciertas cosas que no pasaban lleguen a pasar, porque yo las pedí, porque dije algo, porque dije que sí, porque dije que no, porque dije «te contrato» o «te despido», porque dije te apruebo o te desapruebo, porque dije te condeno o te absuelvo.
Si el sentido es relación y acción, nos damos cuenta cuán determinante es el lenguaje en la existencia de todo ser humano.